24 de octubre de 2012

Nueve Carnavales (homenaje a José Manuel López Nicolás)




Ayer el maestro José Manuel López Nicolás volvió a dejar a todo el mundo con la boca abierta haciendo una de esas cosas que solo él es capaz de hacer: publicó en su blog Scientia una entrada que participaba nada menos que en ocho Carnavales científicos, ocho. Yo reconozco que se trata de una hazaña imposible de igualar, así que, en homenaje a @ScientiaJMLN, me propongo otra cosa.

Superarla.

Para lo cual voy a recurrir al mismo truco que él; si @ScientiaJMLN hablaba de uno de los elementos químicos que más satisfacciones le han dado en su carrera, yo voy a echar mano de uno de los temas más recurrentes en este blog: la homeopatía. Sí, ese timo que no es capaz de derrotar a ninguna enfermedad, pero sí que permite participar en todos esos Carnavales y alguno más.


Y como @ScientiaJMLN publicó su entrada el 23 de octubre podemos empezar por esa misma fecha, 23-10. O, como la escriben los anglosajones, 10-23. Lo cual les ha permitido celebrar el llamado Mole Day o Día del Mol, aprovechando la circunstancia de que el número de Avogadro tiene un valor de aproximadamente 6,02 x 1023. El número de Avogadro es el número de moléculas (o átomos, según el caso) que hay en un mol de una sustancia, y nos permite dos cosas: por un lado participar, aunque sea de una manera poco ortodoxa, en la XVIII Edición del Carnaval de Química, y por el otro comprobar que en la mayoría de los preparados homeopáticos no queda ni una sola molécula de la sustancia original. De hecho, ese fue el motivo por el que 1023 fue elegido como emblema de las dos sobredosis homeopáticas internacionales organizadas por Merseyside Skeptics, en las que muchos tuvimos el doble honor de participar y sobrevivir.


Y es que, teniendo en cuenta el valor del número de Avogadro, bastan unos cálculos para... bueno, sí, para colarnos en el 3.1415926 Carnaval de Matemáticas, pero también para comprobar que a partir de cierto grado de dilución, los preparados homeopáticos no contienen nada más que agua (y tras haberla rociado sobre unas píldoras de azúcar y dejado que se sequen, ni siquiera eso). Así, por ejemplo, si diluimos una sustancia en agua en pasos centesimales, uno de los métodos habituales de los homeópatas, tendremos que tras el primer paso nos quedará 1/100 de la sustancia original, tras el segundo 1/10000, tras el tercero 1/1000000 y así sucesivamente. En el paso número doce la cosa quedará así:

1/1000000000000000000000000

O, lo que es lo mismo, tendremos una parte de sustancia original por cada 1024 partes de agua. Pero dado que un mol de agua contiene 6,02 x 1023 moléculas, resultará que en nuestro potingue hay por término medio 0,6 moléculas de sustancia original por mol, lo que garantiza que en la pastilla que usted se va a tomar no habrá ni una. En el paso siguiente la cosa se complica, ya que tendemos que rebuscar entre 166,6 moles de agua hasta encontrar una sola molécula de la sustancia original. Y lo peor es que no nos vamos a detener ahí: una dilución homeopática como Dios Hahnemann manda debe tener una "potencia" de 30 centesimales, o lo que es lo mismo, habrá una parte de sustancia original por cada 1060 (sí, un 1 seguido de 60 ceros) de agua. El matemático Matt Parker ha realizado unos cuantos cálculos entre sorprendentes, escandalosos y divertidos de lo que supone este grado de dilución, que pueden consultarse en este pdf. Qué pasa con otros grados de dilución más altos (porque en homeopatía se emplean grados aún mayores) es algo que dejo a su imaginación.


Cuando se sacó de la manga sus ideas, Samuel Hahnemann, el creador de la homeopatía, no conocía el número de Avogadro, pero sí que tenía claro que aspiraba a que con sus diluciones en serie ocurriera exactamente eso, que desapareciera la sustancia original. De hecho el proceso de dilución pretendía liberar por completo de su sustrato material a lo que el propio Hahnemann llamaba "espíritu curativo" de las sustancias. Pero eso hoy en día no cuela, así que sus discípulos se han descolgado con otro concepto igual de disparatado, pero que al menos no suena tan esotérico: la "memoria del agua". Lo que ocurre, dicen, es que mediante algún fenómeno cuántico (no les pregunten cuál, porque les lían) el agua conserva la memoria de lo que hubo disuelto en ella.

Claro, a poco que lo pensemos esta tesis choca con bastantes obstáculos. Por ejemplo, habría que saber cómo es que el agua recuerda solo lo que disolvió en ella el homeópata que preparó el remedio, y no las muchas otras sustancias que habrá tenido disueltas a lo largo de su existencia.


Pero no nos limitaremos a señalar esas incongruencias, básicamente porque si lo hiciéramos a ver con qué cara nos presentaríamos en el XXXV Carnaval de la Física. Así que vamos a ir un poco más allá. Como explica en Naukas El Buho del Blog, las moléculas de agua son capaces de unirse entre sí mediante enlaces de hidrógeno, pero la vida de estos enlaces es muy efímera: del orden de 50 femtosegundos, es decir, 50 milbillonésimas de segundo. Vamos, que el agua tardaría en "olvidar" esas sustancias menos de lo que tardan algunos políticos en olvidar su programa electoral.


Y todo eso, claro, suponiendo que el método de preparación de los productos homeopáticos sea capaz de crear esa "memoria". Porque esa es otra: uno podría pensar que para la creación de esas "microestructuras" tan delicadas debe seguirse un protocolo muy minucioso y estricto, pero a la hora de la verdad lo único que sabemos es que el método de "dinamización" de los productos homeopáticos consiste en golpear el recipiente contra un objeto más o menos elástico, preferiblemente una biblia encuadernada en cuero. La cantidad de golpes, su fuerza, frecuencia, etc., etc., son cuestiones que se dejan a gusto de quien prepara el potingue.

A pesar de lo cual los homeópatas aseguran que sus productos producen efectos biológicos. En realidad, su único efecto biológico (aparte de dejarle a uno la boca la mar de empalagosa) es permitirme colarme también en el XVII Carnaval de Biología, pero nada más. Es cierto que conforme avanza el conocimiento científico han ido teniendo que adaptar sus excusas a los tiempos, así que ahora intentan explicar las supuestas propiedades curativas de los remedios apelando a fenómenos reales, pero que no tienen nada que ver con sus métodos o sus productos. Por ejemplo, algunos nos recuerdan la hormesis, un curioso fenómeno consistente en que algunas sustancias causan una determinada reacción a dosis altas y otra reacción contraria a dosis bajas. Naturalmente se olvidan de que eso solo ocurre con determinadas sustancias y, sobre todo, que para que el fenómeno se produzca hace falta que exista alguna dosis de esas sustancias, algo imposible en la mayoría de sus preparados que, como hemos visto, no contienen mas que excipiente. El mismo inconveniente tiene su apelación a las vacunas, que por supuesto a la hora de la verdad tampoco tienen nada que ver con los fundamentos de la homeopatía: un preparado con virus inactivados de la gripe puede preparar las defensas para combatir una infección del virus activo mediante unos mecanismos biológicos bien conocidos. En cambio, una pastilla rociada con un líquido en el que alguna vez estuvieron disueltos los restos del hígado de un pato ni hace nada para combatir el resfriado ni tiene nada que ver con esa o ninguna otra enfermedad.

Pero como decía todo eso no son mas que excusas modernas que evitan tener que hablar del verdadero fundamento de la homeopatía. Y aclaro que al decir "verdadero fundamento" me refiero a que es el fundamento en el que realmente se basa, no a que sea real: para un homeópata la enfermedad es simplemente la reacción a un desequilibrio de la fuerza vital. De hecho, este es el motivo por el que, por mucho que se les llenen la boca y los panfletos de palabras como "holístico", los homeópatas tratan los mismos síntomas con los mismos remedios, independientemente de cuál sea la enfermedad que los provoca: para ellos es simplemente que el equilibrio de la fuerza vital se ha desbaratado un poco.

La creencia en una fuerza vital que anima a los seres vivos y nos diferencia de los entes inanimados, es quizá tan antigua como la propia humanidad, y la idea de que su desequilibrio fuese la causa de las enfermedades se remonta al menos a Galeno. Pero claro, las ideas de Galeno fueron durante muchos siglos sinónimo de medicina (y de hecho la Real Academia aún recoge la palabra "galeno" como sinónimo de "medico"), así que no es de extrañar que el vitalismo dominase de forma absoluta el panorama médico hasta épocas muy recientes; las teorías científicas solo empezaron a abrirse camino a partir de la invención del microscopio, allá por los siglos XVI o XVII, y con ella el desarrollo y consolidación de la teoría de los gérmenes. Pero Hahnemann vivió de 1755 a 1843, en una época en la que el vitalismo seguía contando con numerosos seguidores, y tras unos inicios un tanto extraños (en los que llegó a sugerir ideas tan extravagantes como que el origen de las enfermedades se encontraba en el consumo del café) formuló la tesis de la homeopatía (bueno, sí, también es extravagante) basándose en esa idea de una fuerza vital que nos anima, y cuyo desequilibrio se exterioriza en forma de enfermedad. De hecho, muchos hagiógrafos de Hahnemann han trazado paralelismos entre sus tesis y las del propio Galeno y otros médicos de la Antigüedad, aunque quizá fuese más correcto remontarse simplemente a las aún más viejas ideas de la magia simpática.

El gusto de Hahnemann por la antigüedad clásica se refleja también en la elección de los términos que empleó. La propia denominación de la disciplina, "homeopatía", proviene de las palabras griegas hómoios, "similar", y páthos, "sufrimiento", refiriéndose a su idea de que para tratar una enfermedad hay que ingerir alguna sustancia que cause síntomas parecidos (idea que se refleja también en el lema, esta vez latino, "similia similibus curantur"). No consta que se le pasase por la cabeza que alguien pudiera emplear esta denominación como un juego de palabras para indicar que si un enfermo toma un remedio homeopático, dado que no producen ningún efecto el enfermo se quedará así, homeopático. O sea, con el mismo sufrimiento que tenía antes.

También es un invento de Hahnemann el término "alopatía", de állos, "otro", y páthos, "sufrimiento". Hahnemann lo acuñó para referirse a la medicina convencional, y aunque desde luego es cierto que en aquella época aún se empleaban "tratamientos" tan brutales como las sangrías y se usaban como medicamentos sustancias tóxicas más o menos al buen tuntún, él se refería más bien al uso de sustancias y tratamientos con efectos contrarios a los síntomas (como seria, por ejemplo, un antipirético para tratar la fiebre). Lo irónico, en este caso, es que se trataba de un término claramente despectivo, a pesar de lo cual a menudo se emplea desde la propia medicina científica para diferenciarla de la homeopatía.

Pero además de emplear estos y otros términos de origen griego (como "psora", que vendría a ser algo así como la causa última de ese desequilibrio en la fuerza vital), Hahnemann también le dió al latín, en especial a la hora de denominar a sus remedios, que aun hoy en día suelen bautizarse con la denominación latina, más o menos correcta, de la sustancia con la que empezaron a elaborarse y cuya existencia física, como hemos visto, resulta eficazmente eliminada mediante las sucesivas diluciones. En este blog hemos visto ya unos cuantos ejemplos, como el Oscillococcinum, llamado así por el (inexistente) microorganismo supuestamente presente en las entrañas del pato de Berbería, razón por la que también se denomina "Anas Barbariae"; Aqua pura, Excrementum caninumTrinitotoluenum, Positronium, Vacuum, etc.

Todo este despliegue de erudición sirve, evidentemente, para poder colarme en el futuro Carnaval de Humanidades del que habla @ScientiaJMLN, pero también nos lleva a una de las razones que hacen que la homeopatía, si nos olvidamos de los terribles resultados que puede llegar a provocar, resulte tan divertida. Y es que su principio más conocido, lo de que "lo similar cura lo similar", es un auténtico chiste: en realidad esa similitud se basa muchas veces en puras alegorías o parecidos convencionales, y es lo que lleva a que el Trinitrotoluenum esté especialmente indicado para la tos "explosiva" (de verdad, no me lo invento) o el Excrementum caninum sirva, dicen, para tratar entre otras cosas el apetito excesivo por el chocolate (y supongo que no necesitarán que les explique las razones cromáticas de esta "similitud"). Pero probablemente el caso más gracioso de los que han pasado por este blog sea el de las Aguas dinamizadas de mares, océanos y ríos (también denominadas con el acrónimo AMOR). El invento atribuye a las aguas unas propiedades acordes con lo que asociamos con su lugar de procedencia, basándose en toda clase de tópicos, leyendas o incluso semejanzas puramente casuales. Así, por ejemplo, las aguas de aquel Mar Rojo que según nos explicó Cecil B. DeMille fueron separadas por Moisés sirven para

Poder afrontar las dificultades y caminar a través de ellas. Desarrollo de la fe, perseverancia.

Las del Amazonas sirven para tratar casos de

Mujeres excesivamente masculinas, conflicto con la autoridad. Tendencia a reprimir a los hijos y “castrarlos” emocionalmente. Conflictos derivados de la homosexualidad.

Una dosis dinamizada de las frías y desoladas aguas del Ártico

Permite romper con los patrones congelados de las constelaciones familiares. Temperamentos fríos. Dificultad de expresión. Tempestuosidad. Terrores nocturnos. Epocas de desierto.

Y el Atlántico hace maravillas con la espalda, porque

La enorme dorsal Atlántica, que lo recorre desde Islandia hasta cerca de la Antártida, semeja una “S” estilizada, como si fuera una columna VERTEBRAL. Esta signatura influye en su capacidad para mejorar la circulación energética de la columna 

Y no se crean que este tipo de cosas solo aparecen en alguna extraña y lejana farmacia, no. En nuestro país podemos ver, por ejemplo, el caso de los laboratorios homeopáticos Iberhome, que en la parte pública de su web nos ponen los dientes largos contándonos las bondades del "uso terapéutico del color" y la "gemoterapia homeopática":



Lamentablemente, para obtener más detalles remiten al área profesional de la web, de modo que solo los profesionales debidamente acreditados pueden acceder a este documento de word que cualquiera puede descargarse tranquilamente, y que tras largarnos una serie de perlas como estas:

La terapia con gemas es una forma de terapia por el color que data de la antigüedad. La utilización de una gema coloreada tiene un efecto similar a la utilización de filtros de colores. Parece ser que en las antiguas civilizaciones de Lemuria y de la Atlántida el uso de cristales para la curación era una práctica terapéutica común.

estas:

Con Hahnemann , a finales del siglo XVIII y principios del XIX,  aparece la primera referencia  de la utilización de sustancias minerales naturales homeopatizadas según  el método terapéutico  que él  sistematizó. En la  Materia Médica Homeopática se encuentran  grandes remedios preparados a partir de minerales nativos, como el Graphites (Grafito) , el Antimonium crudum  (estibina) o el Cinnabaris (cinabrio). Actualmente  la materia médica homeopática se ha enriquecido con las patogenesias de nuevos minerales o gemas como el alabastro, el ámbar, el diamante, la esmeralda, el granito, el lapislázuli, el mármol, la mica o  el zirconio , además de las ya clásicas de la Hekla lava y  Lapis albus. 
A principios del siglo XX  la Escuela Médica Antroposófica , basada en la obra de Rudolf  Steiner,  concede gran importancia al empleo de minerales homeopatizados para restaurar el equilibrio integral del ser humano y establece correspondencias muy precisas entre los diferentes órganos del cuerpo humano y los diferentes metales o minerales de esos metales. 

o estas:

En la actualidad se ha constatado que los oligoelementos presentan longitudes de onda sensiblemente equivalentes a las que se utilizan en cromoterapia, es decir, presentan las mismas capacidades terapéuticas que los rayos de color. Su utilización en función  del color que “vehiculan” confirma que el organismo humano percibe de igual manera la información electromagnética de la luz que la de la materia y dado que el efecto de cada oligoelemento es conocido, es posible utilizarlos con gran precisión en  sustitución  de  los rayos de color.

Dedica la friolera de 28 páginas a contarnos las utilidades del diamante en medicina ayurvédica, cristaloterapia y homeopatía, contándonos cosas como estas:


Las gemas son “las flores del mundo subterráneo” y como tales tienen poder sobre las fuerzas que se mueven en la profundidad de la psique, da igual que  sean de origen familiar, cultural o racial (...)
las gemas son minerales alineados geométricamente. Las gemas manifiestan en los provings la capacidad de  alinear estructuras familiares que han sido destruídas o no funcionan (...).
las gemas son las flores y los frutos de la tierra, la unión de fuerza opuestas. Deben estar herméticamente selladas en un compartimento para adoptar su forma. Esta signatura tiene relación con la fertilización, el útero y el nacimiento (...). 
Las gemas son muy antiguas y están indicadas para los más antiguos y los más solidificados sistemas de creencias (...). 
la verdadera naturaleza de las gemas y su origen en las profundidades es un historia de aprisionamiento y  pérdida de la libertad. Otra expresión de esto sería “oculto y liberado”. La luz en las gemas está prisionera hasta que es liberada por fuerzas externas ,los mineros, que representan la utilización inteligente del cerebro humano. Esto aparece claramente en un gran número de remedios. Sobre todo en el diamante, que se encuentra prisionero de su propia negatividad y depresión, un tema poderosamente mencionado muchas veces en el proving. Se encuentra enterrado bajo tierra, con sensación de estar prisionero de sus relaciones, trabajo u orden social.


Y llegando a la conclusión, como suele ocurrir, de que las gemas en general, y el diamante en particular, preparados de forma homeopática sirven para cualquier cosa que se nos ocurra y para su contrario. Pero, dejando de lado esas y otras muchas patadas que la homeopatía propina a diversas ramas de la geología (otro Carnaval virtual al que también nos apuntamos), habrán notado ustedes que el documento de marras no solo habla de homeopatía, sino también de otras terapias de pacotilla como la medicina ayurvédica o la cristaloterapia. Y es que es muy habitual que la homeopatía se nos ofrezca dentro de un paquete, bien como una especie de oferta magufa interdisciplinar, o bien en compañía de disciplinas teóricamente más serias, pero que entran de lleno en ese batiburrillo de lo "natural" que está tan de moda. Podemos verlo incluso en ofertas universitarias, como en este curso de nutrición, dietética, fitoterapia y homeopatía ofrecido por la Universidad Nacional de Educación a Distancia:



Aparte de esa inmerecida fama de "natural" que tiene la homeopatía resulta difícil entender qué pinta ahí. De hecho, centrándonos en la nutrición (y colándonos así en el II Carnaval de nutrición), las enseñanzas de Hahnemann sobre esta materia se limitan a unos pocos consejos, mezcla de sentido común, prejuicios de la época y conclusiones sin más base que su fértil imaginación. Por ejemplo, en su "Tratado de enfermedades crónicas", tras reiterar la manía que le tenía al café y hacerla extensiva al té y los licores, Hahnemann nos dice cosas como estas:

Entre las sustancias que son nocivas a las personas atacadas de enfermedades crónicas deben contarse aquellas que llevan vinagre o limón, porque causan incomodidades a aquellos cuyo sistema nervioso y óganos abdominales se hallan afecados, y porque obran sobre los medicamentos destruyendo los efectos de los unos, y exasperando los de otros. No se deben pues permitir las frutas ácidas a los enfermos sino en muy pequeña cantidad; se les recomendará usar con moderación aquellas que son dulces; y no se aconsejarán las ciruelas pasas como paliativos a los que están habitualmente estreñidos. La ternera no conviene tampoco a estos sujetos, como tampoco a los de débil digestión. Los que tienen debilitadas las facultades sexuales se limitarán a la gallina y los huevos, evitando la vainilla, las criadillas de tierra, y los huevos de pescado, que obrando como paliativos no hacen mas que oponerse a la curación. Las mujeres de menstruación escasa no deben acudir al azafrán ni a la canela. El clavo, la pimienta, el gengibre y los amargos perjudican también, en el curso de un tratamiento homeopático, a las personas de estómago débil. Se deben prohibir igualmente las legumbres flatulentas en las afecciones del bajo vientre, y siempre que haya una propensión al estreñimiento. La carne de vaca mantenida con trigo o cebada, la leche y una pequeña cantidad de manteca fresca, tal parece ser la alimentación más natural y menos perjudicial al hombre, y por lo tanto a los sujetos atacados de enfermedades crónicas, puesto que solo hay que añadir una pequeña cantidad de sal...

Aparte de alguna recomendación adicional en el sentido de consumir poco pescado y evitar el queso añejo, poco más podemos extraer de su obra. Y aunque existen por ahí numerosas recomendaciones de productos homeopáticos para adelgazar, no hace falta ser un lince para comprender que el único efecto de semejante prescripción podrá venir, como mucho, de la dieta recomendada, y no de unos productos que únicamente consisten en agua o alcohol, cuando son líquidos, o azúcar, si se presentan en forma de gránulos o pastillas.

Azúcar pagada, eso sí, a más de 2000 Euros el kilo, precio que a los creyentes en esa práctica por lo visto les parece muy bajo, pero que mirado fríamente no deja de ser un disparate. Afortunadamente, la tecnología (en cuyo Carnaval, también virtual, metemos igualmente la cabeza) nos brinda una solución económica, elegante y muy acorde con la doctrina homeopática. O sea, adecuadamente disparatada.

Se trata de los cachivaches para fabricar remedios homeopáticos, que ya han aparecido alguna vez en este blog. Pongamos por ejemplo los portentosos Remedy Makers de la empresa Sulys:



Esto de los aparatos para fabricar remedios es un claro caso de tramposos cogidos en su propia trampa. Como los homeópatas no se cansan de hablar de que sus remedios se basan en los "patrones energéticos" de las sustancias empleadas, unos espabilados (mejor dicho, otros espabilados) les han tomado la palabra y han fabricado unos cacharros que, dicen, son capaces de transferir esos "patrones energéticos" sin necesidad de pasar por el engorroso proceso de buscar la sustancia, preparar la tintura madre y liarse a "sucusionar" y "dinamizar": basta con colocar las pastillas en el receptáculo preparado al efecto, seleccionar el remedio de entre una lista preprogramada (y actualizable), apretar un botón y listos. Algunos aparatos permiten incluso "captar" el "patrón energético" de un remedio ya preparado y almacenarlo en su memoria, con lo que podemos duplicar tranquilamente cualquier potingue homeopático del mercado.

Y el resultado es, desde luego, indistinguible del original. Al fin y al cabo ambos son solo azúcar...

Dicho lo cual creo que ya puedo proclamar que esta entrada participa en


  1. La XVIII Edición del Carnaval de Química, organizado por XDCiencia,
  2. el 3.1415926 Carnaval de Matemáticas, hospedado en Series Divergentes,
  3. el XXXV Carnaval de la Física, que nos propone Últimas noticias del Cosmos,
  4. el XVII Carnaval de Biología, de Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión,
  5. el futuro II Carnaval de Humanidades,
  6. un eventual nuevo Carnaval de Geología,
  7. el II Carnaval de nutrición, albergado por Dime qué comes, y
  8. un también posible futuro Carnaval de Tecnología.


Lo cual hace un total de ocho carnavales, ocho.

Pero el objetivo de esta entrada era superar la hazaña de @ScientiaJMLN, y para eso nos hace falta un noveno Carnaval. Para lo cual les propongo lo siguiente: vean este vídeo




Y sustituyan mentalmente la letra del cuplé por esta otra:


Hace poco que tuve no sé si un pasmo o alferecía
y me fui a la farmacia y allí me dieron homeopatía
cuando miré el prospecto por poco tengo otro achuchón
y es que menudo timo que me colaron de sopetón 
Cogen una cebolla o un boniato
o me destripan y descuartizan a un pobre pato
y lo echan en agua con alcohol
y luego me lo diluyen
y lo diluyen y lo diluyen
y cuando no hay más que agua pues van los tíos y lo diluyen. 
Diluyen y dinamizan,
pimpampimpampimpam
y dicen que potentizan,
pimpampimpampimpam
y van y dicen que eso cura
aunque no te vendan nada
te prescriben sus placebos y te dicen que te curan cualquier cosa los muy pillos,
y te venden a precio de oro
agua con azucarillos.


Y así, con el Carnaval de Cádiz, sumamos nueve. Supera eso, @ScientiaJMLN ;-)

4 comentarios:

  1. plas plas plas plas

    Bravo, Fernando. A sus pies.

    Un abrazo

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  2. IN-SUPERABLE aunque seguro que @ScientiaJMLN irá a por los 10... al tiempo. Lo tiene muuuyyy complicado :D

    ¡¡Enhorabuena Fernando!!

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  3. Absolutamente genial, completo, loco y estupefacto (que es como me he quedado con la estrofa del carnaval de cadiz)

    Felicidades compañero, le has propuesto a Scientia una batalla a la que no dudo contestará con otra entrada jejeje.

    Suerte en el combate.

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  4. Anónimo6:09

    MUY INTERESANTE, PERO POR QUE NO PONES FUENTES DE DONDE OBTUVISTE ESA INFORMACION ES DECIR EN QUE LIBRO DICE TODO ESO ????

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