3 de abril de 2010

La BCA contra Simon Singh: un breve resumen

Como esto del caso de la BCA contra Simon Singh va camino de convertirse en el rosario de la aurora, creo que no estaría de más que recordemos de los aspectos legales del asunto (los misterios dolorosos, siguiendo el símil) para que no nos distraiga la espectacular autodemolición de la quiropráctica británica que ha causado (vamos, los misterios jocosos). Lo que sigue es exactamente eso, un pequeño resumen de la vertiente jurídica del caso, de modo que si ustedes la recuerdan pueden perfectamente saltársela y pasar a la siguiente entrada del blog.

Todo empezó hace casi dos años, el 19 de abril de 2008, cuando Simon Singh publicó en The Guardian un artículo titulado Beware the spinal trap, que debería ser de obligada lectura para todos los que quieran saber de qué va eso de la quiropráctica (sí, este último enlace también es imprescindible). Entre otras cosas, el artículo decía que

The British Chiropractic Association claims that their members can help treat children with colic, sleeping and feeding problems, frequent ear infections, asthma and prolonged crying, even though there is not a jot of evidence. This organisation is the respectable face of the chiropractic profession and yet it happily promotes bogus treatments.

I can confidently label these treatments as bogus because I have co-authored a book about alternative medicine with the world's first professor of complementary medicine, Edzard Ernst. He learned chiropractic techniques himself and used them as a doctor. This is when he began to see the need for some critical evaluation. Among other projects, he examined the evidence from 70 trials exploring the benefits of chiropractic therapy in conditions unrelated to the back. He found no evidence to suggest that chiropractors could treat any such conditions.

A raíz de esto, como era de esperar, la British Chiropractic Association montó en cólera y, desoyendo las ofertas del periódico para que publicasen una réplica, decidió demandar a Simon Singh por libelo. Solo a Simon Singh: al periódico no lo demandaron, probablemente porque esperaban que Singh se arrugara ante la perspectiva de un pleito de este tipo, cuyo coste en Inglaterra es sencillamente astronómico.

Pero no se arrugó.

En Inglaterra, en este tipo de procedimientos uno de los primeros pasos es la determinación de qué se dijo, con qué significado y en concepto de qué. Se trata de una decisión de crucial importancia, puesto que puede llegar a condicionar el resultado final del pleito. En el caso de la BCA contra Simon Singh, como sabemos, la decisión del Juez Eady fue la peor posible para Simon Singh. Vamos a verlo.


- En primer lugar, el Juez Eady decidió que el procedimiento debía girar en torno a esta frase concreta:

This organisation is the respectable face of the chiropractic profession and yet it happily promotes bogus treatments.

Lo malo es que esta frase no debería haber sido aislada de esta manera. Simon Singh, en efecto, dijo que la BCA "promueve alegremente tratamientos falsos", pero en el párrafo siguiente procedió a explicar por qué motivo los consideraba falsos. Al eliminar del contexto esa explicación la frase parece ser un reproche sin fundamento y, por tanto, claramente difamatorio.


- Peor aún, al interpretar la frase el Juez Eady consideró que con ella Singh había querido decir que la BCA promueve tratamientos falsos a sabiendas de su falsedad. Evidentemente ese podría ser uno de sus significados, pero no es ni mucho menos el único, ni tan siquiera el más obvio: la palabra "bogus", como se apresuraron a aclarar numerosos especialistas y científicos, tiene en la actualidad un significado más en el sentido de "irreal", "incorrecto" o "infundado" que el de "deliberadamente falsificado" que tuvo en un principio. Y más aún en el ámbito científico (en el que se mueve, recordemos, Simon Singh, que además de divulgador es astrofísico), en el que es habitual tachar como "bogus", por ejemplo, un experimento chapucero o una tesis con muy escaso fundamento. Por otro lado, el término "alegremente" se refiere más a despreocupación que a verdadera mala fe. Y, por último, no debemos olvidar que esa interpretación solo puede sostenerse si, como el Juez Eady, dejamos a la frase fuera de su contexto.


- Y, aún peor, el Juez consideró que con esta frase Singh estaba haciendo una declaración de hechos. En el sistema inglés (y en cierta medida también en el nuestro), la distinción entre declaraciones fácticas y juicios de valor tiene una gran importancia. Un juicio de valor es una opinión, y para defenderla basta con acreditar que está más o menos bien fundada, o que resulta razonable a la vista de los hechos conocidos; en el caso de Singh, por ejemplo, lo que tendría que demostrar es que su afirmación es una opinión razonable en vista de que, como expone, las evidencias científicas en favor de la quiropráctica son prácticamente inexistentes.

En cambio, la afirmación de un hecho solo admite una defensa: la exceptio veritatis o demostración de que el hecho es cierto, demostración que corre a cargo del demandado. Y que, en este caso, debe ceñirse a la interpretación que el Juez da a la frase de marras.


De modo que, con arreglo a lo que decidió el Juez Eady, Simon Singh tendría que demostrar que la BCA promueve tratamientos falsos sabiendo que son falsos. Algo prácticamente imposible.

Naturalmente, Singh recurrió la decisión, un recurso que en el sistema inglés también sigue un trámite bastante peculiar, pero que en definitiva llevó a la celebración de una Vista oral tras la que obtuvo, como sabemos, una sentencia favorable.

Que es de lo que trataremos en la próxima entrada.

Nota: la fotografía de Simon Singh corresponde a su intervención en Glasgow Skeptics in the Pub.

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